Del código a la dirección: Mi batalla con el síndrome del impostor en la tecnología y el servicio público

Aún lo recuerdo claramente: estaba sentado en mi oficina en la Auditoría Superior de Michoacán, revisando código de un nuevo sistema que implementaríamos, cuando esa familiar sensación de inseguridad me invadió nuevamente. A pesar de mi trayectoria en olimpiadas de informática, mi beca en el Tec de Monterrey, mis victorias en hackathones y mi actual posición de liderazgo, una voz interior seguía susurrando: «¿Realmente mereces estar aquí?»

¿Qué es el síndrome del impostor?

Antes de compartir mi historia, es importante entender qué es este fenómeno que afecta a tantos profesionales exitosos. El síndrome del impostor es un patrón psicológico donde las personas dudan de sus logros y tienen un miedo persistente de ser expuestas como «fraudes». A pesar de las evidencias externas de su competencia, quienes lo sufren permanecen convencidos de que no merecen el éxito que han alcanzado.

Mis primeros pasos: De las olimpiadas al emprendimiento

Mi viaje en la tecnología comenzó en las olimpiadas de informática. Recuerdo las largas noches practicando algoritmos, resolviendo problemas de programación cada vez más complejos. Cada victoria venía acompañada de una pregunta inquietante: «¿Y si los problemas hubieran sido más difíciles?» A pesar de los reconocimientos, parte de mí seguía creyendo que otros competidores eran «naturalmente más talentosos».

La participación en estas competencias me llevó a obtener una beca en el Tec de Monterrey campus Querétaro, un logro que debería haber silenciado mis dudas. Sin embargo, me encontraba constantemente comparándome con mis compañeros, convencido de que en cualquier momento descubrirían que no era tan brillante como aparentaba.

El mundo de los hackathones y la innovación

Mi participación en el TADHack Madrid marcó un antes y después en mi carrera. Estar rodeado de desarrolladores de talla internacional fue intimidante, pero también revelador. Durante 48 horas intensas de coding, pitching y colaboración, me di cuenta de que cada participante, sin importar su nivel de experiencia, enfrentaba sus propias inseguridades.

La victoria en el hackathon de Querétaro fue otro momento decisivo. Nuestro equipo desarrolló una solución innovadora que impresionó al jurado, pero en lugar de celebrar, me encontré minimizando el logro: «Fue solo suerte», «La idea no era tan original», «Cualquiera podría haberlo hecho».

El salto al emprendimiento: Enfrentando nuevos demonios

Como emprendedor tecnológico, el síndrome del impostor adquirió nuevas dimensiones. Cada pitch ante inversionistas, cada presentación de producto, cada decisión estratégica venía acompañada de dudas paralizantes. ¿Quién era yo para pensar que podía crear una empresa exitosa? ¿Realmente tenía las habilidades necesarias para liderar un equipo?

He lanzado varios proyectos tecnológicos, algunos exitosos, otros no tanto. Cada fracaso parecía confirmar mis peores temores, mientras que cada éxito se sentía como una casualidad que pronto sería descubierta. Lo que he aprendido es que el emprendimiento es un viaje de crecimiento constante, donde la incertidumbre no es tu enemiga, sino tu compañera de viaje.

La paradoja del éxito

Lo irónico es que cada nuevo logro, en lugar de disipar estas dudas, a veces las intensificaba. Cada proyecto exitoso en la Auditoría, cada innovación tecnológica implementada, venía con su propia dosis de ansiedad. «¿Y si descubren que no soy tan competente como creen?»

Estrategias que me han ayudado

A lo largo de los años, he desarrollado algunas estrategias para manejar el síndrome del impostor:

  1. Documentar los logros: Mantener un registro de éxitos y aprendizajes ayuda a combatir la tendencia a minimizar los logros.
  2. Aceptar la imperfección: No necesitas saberlo todo para ser valioso. La capacidad de aprender y adaptarse es más importante que el conocimiento perfecto.
  3. Compartir experiencias: Hablar con otros profesionales me ha ayudado a entender que estas inseguridades son más comunes de lo que pensamos.
  4. Mentoría: Ayudar a otros no solo contribuye a su crecimiento, sino que también refuerza tu propia experiencia y conocimientos.

Mirando hacia adelante

Hoy, como emprendedor tecnológico y servidor público, sigo enfrentando momentos de duda. La diferencia es que ahora los reconozco como parte natural del proceso de crecimiento. Cada proyecto exitoso, cada implementación tecnológica, cada equipo liderado, son recordatorios de que estoy exactamente donde debo estar.

Para todos aquellos que se sienten como impostores en el mundo de la tecnología o en posiciones de liderazgo: no están solos. Sus dudas no son señal de incompetencia, sino de ambición y deseo de excelencia.

La próxima vez que esa voz interior intente convencerte de que no mereces tus logros, recuerda: estar incómodo significa que estás creciendo. Y eso, lejos de ser una debilidad, es tu mayor fortaleza.

Un mensaje final

El síndrome del impostor puede ser paralizante, pero también puede ser un catalizador para el crecimiento cuando aprendemos a manejarlo. Mi experiencia me ha enseñado que no se trata de eliminar completamente estas sensaciones, sino de aprender a convivir con ellas de manera constructiva.

Como dice la frase: «El éxito no es la ausencia de dudas, sino la capacidad de avanzar a pesar de ellas». Sigamos avanzando, sigamos innovando, y recordemos que nuestras inseguridades son solo el reflejo de nuestro deseo de excelencia.